Rootencial tiene el honor de presentar a Angela Nzambi escritora nativa de Lía, una ciudad en el distrito de Bata – Guinea Ecuatorial, quien también trabaja con refugiados y cuyos trabajos escritos están fuertemente inspirados en historias personales y profesionales.
No sé responder a quién soy. Lo suelo aludir a los aspectos de mí misma que no puedo y/o no quiero cambiar, como mis rasgos físicos, mi género, mi cultura de origen, la de mi etnia o pueblo, Kwasió-Bisió, lo cual me sitúa en un determinado espacio geográfico e historia… Porque en general, como persona, me considero “en proceso”. Trabajo en una organización social defensora de los derechos humanos, como técnico de participación social e incidencia política.
De joven no tenía claro a qué me quería dedicar; un día quería ser azafata, otro día economista, otro día escritora, otro periodista. Tal vez vaya ganando terreno la idea de ser escritora, es también una forma de comunicación, y es a lo que en general me dedico.
Un cúmulo de experiencias, que parten de los cuentos que contaban mi abuela y otros mayores del pueblo; en mi libro Ngulsi recreo uno de esos momentos, sentados alrededor de un fuego de leña. Luego la imagen de mi padre leyendo, siempre está leyendo, y con una libreta donde hace anotaciones. Algunos de mis profesores también influyeron en mí en ese sentido, porque quería hablar como ellos. Empecé a escribir en unos blocs de notas donde recogía hechos, sucesos y acontecimientos de mi casa familiar y mi pueblo, algunas de esas historias también están en Ngulsi, y otros de mi vida personal o experiencias de la infancia, la adolescencia y la juventud, los sentimientos, las pérdidas.
Los temas sobre los que escribo actualmente tienen mucho que ver con mi trabajo, por tanto esas dos facetas de mi vida, en este momento, se nutren mutuamente. Algunos temas me vienen dados de alguna forma -género, identidad cultural, migraciones-, pero al escribir sobre ellos puedo abordarlos desde otras perspectivas.
Me gusta escribir sobre hechos, sucesos, acontecimientos de la vida cotidiana, de mi experiencia, aquellos que me parecen trascendentes, más allá de los límites del tiempo y lugar donde se producen; sobre personas memorables o momentos que quiero conservar. Ahora lo tengo un poco más claro. Ngulsi mantiene ese principio, sólo que contextualizado en un entorno familiar y cultural.
No sólo de las personas refugiadas, de todos los colectivos que lo necesiten, inmigrantes, minorías étnicas, etc. Las razones son varias, desde aquellas que tienen que ver con la igualdad de derechos, la justicia y cohesión social como premisa, hasta el mantenimiento del sistema, el mercado, aunque estos últimos, por su sentido utilitarista, nos los defendería, pero están ahí. Y si no, ¿cuál sería la otra mejor alternativa?
Los temas sobre los que escribo actualmente tienen mucho que ver con mi trabajo, por tanto, esas dos facetas de mi vida, en este momento, se nutren mutuamente. Algunos temas me vienen dados de alguna forma -género, identidad cultural, migraciones-, pero al escribir sobre ellos puedo abordarlos desde otras perspectivas.
Mi trabajo consiste, básicamente, en contrarrestar algunas de esas narrativas. Debo transmitir el mensaje de solidaridad por las personas que atiende mi organización al resto de la ciudadanía; una de las preguntas que me hago todos los días es cómo lo hago, es uno de mis retos. Otro es entender que es un trabajo continuo, no sé si en algún momento podremos decir que ya no hay prejuicios, estereotipos, etc., todos esos factores que dificultan la integración. Y en mi escritura se juntan todos esos frentes, el hecho de encarnar varios aspectos que son factores de prejuicios, estereotipos, discriminaciones, puedo expresarme desde todos ellos, es lo que hago.
Cierto, exacerbamos las diferencias, y las razones las encuentro en el hecho de que vivimos en un entorno con historias de “vencedores” y “vencidos” y supremacías que se quieren mantener, inventando narrativas constantemente, porque favorecen a algunos grupos, y subyacen en ciertas políticas. ¿Cuánto hay de verdad en mucho de lo que se cuenta? No tienen razón. Y lo saben.
El sólo hecho de estar participando en algo que me parece tan magno, en pos de la igualdad entre las personas, la justicia social, en proyectos y acciones de solidaridad.
Me gusta leer, es de las cosas que más hago. No tengo, todavía, ningún libro que considere que es el que más me haya impactado, espero que pueda leer muchos más libros. Dada su influencia en mi propósito de escribir mencionaría Ekomo, una novela de mi compatriota María Nsue. Luego me han ido atrapando otros como, Une si longue lettre de la escritora senegalesa Mariama Bâ, Nuestra hermana aguafiestas de la escritora ghanesa Ama Ata Aidoo, “Cien años de soledad” del escritor colombiano Gabriel García Márquez, pasé un buen rato estudiando a los personajes.
En la actualidad no puedo separar con nitidez mi vida personal de la profesional, es como si ambas formaran parte de un todo. Uno de mis aprendizajes en lo que llevo de vida es la persistencia y disfrute de los procesos o de los momentos que se me ofrecen en relación con todo aquello que quiero que forme parte de mi ser, de mi vida, aquello que puedo elegir: en el cultivo de mi yo, la persona que quiero ser, los valores que quiero interiorizar; en cómo quiero vivir, con mis más y mis menos, las cosas que me gusta hacer, las potencio; las personas con las que quiero compartir mi vida, intento dedicarles tiempo; en aquellos aspectos de mi trabajo que me gustan; mi escritura y todo lo que me aporta.
(Risas) No suelo dar consejos, es como si me situara en la posición de quien lo ha hecho o lo hace todo bien. No es mi caso, ni me asomo. Lo que le digo a Ángela Nzambi de hace 20 años, desde la perspectiva de hoy, es que hizo las cosas como mejor pudo, que los errores también forman parte de la vida, que tiene derecho a una vida feliz y plena.